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Mamá, los niños se burlan de mi



Les voy a ser honesta. Yo quería titular esto de otra manera. Pero supongo que no quiero causar un shock en ustedes como el que tuve yo cuando era más pequeña, o como el shock que tuvo mi mamá cuando su niña le dijo que los otros niños del colegio se burlaban de ella.

Mi papá siempre me ha aconsejado que no debería de importarme mucho la opinión o las burlas de los demás si no aportan nada bueno a mi vida, y tiene toda la razón.

Pero cuando tienes 10 años todo es color de rosa y hay cosas que simplemente no entiendes.

Por ejemplo, yo no entendía por qué mis compañeros en la clase de fútbol decían que a mi “me salía semen”.


Yo ni me acuerdo porqué empecé a jugar fútbol, pero me encantaba. Y en mi primaria había actividades en la tarde: para los niños soccer, para las niñas baile o básquetbol.

Nambre, en mi naturaleza siempre ha estado ser competitiva, hacer lo que me llama y me mueve por dentro, ¿baile? no gracias, yo quiero patear y corretear un balón junto con otros 21 mocosos a la hora del recreo y todo el día si se podía. Intenté el básquetbol, pero no me llenaba igual.

Después de mis primeros 2 años en la primaria, los niños ya me reconocían como uno de ellos al juntarme constantemente con su grupito para jugar fútbol en el receso. Creo que no les quedaba de otra.

Para el tercer año, el maestro de deportes me dijo que “solo por ser yo, se haría una excepción y podría entrar al equipo de fútbol” junto con todos los demás niños. No me sentía aceptada del todo, pero supongo que mi orgullo pesaba más, y en mi primer entrenamiento estaba toda nerviosa, pero con la camisa de los Pumas bien puesta. Ni pregunten.

Todos me veían raro. Fingía que no me importaba, pero por dentro me estaba muriendo. Sentía las miradas, los susurros, las opiniones. Me convencía a mi misma que estaba ahí para jugar y hacer lo que más me gustaba, no para caerle bien a todo mundo.

Y así pasaron como 2 años. El equipo de fútbol e Ilse.

Había varios niños a los que sí consideraba mis amigos, pero tal vez solo fueron varios años de fingir que les caía bien. Todos eran muy llevados y les intentaba seguir esa dinámica. Ya saben, para encajar. Muchos comentarios sí me afectaban, así que me defendía y respondía, todos excusándonos entre todos en el hecho de que era de broma.

Pero creo que nunca había llegado a esta altura.

Ese día transcurrió como cualquier otro. Yo llegué sonriendo al entrenamiento pero algo andaba mal. Ellos se reían cuando estábamos calentando. Me miraban, susurraban, y de cierta manera actuaban como para que yo me diera cuenta que hablaban de mi. Hasta que uno de ellos lo dijo.

“Fulanito dice que a ti te sale semen.”

Lo siguiente que recuerdo es estar en el baño llorando como por 20 minutos sin parar.

No solo era tristeza. Era coraje. A mi me gustaba ser niña. ¿Por qué hablaban así de mi? ¿Jugar fútbol me hace menos niña? ¿Jugaría mejor si fuera niño? ¿Por qué no puedo hacer lo que me gusta en paz? ¿Será que estoy exagerando y solo es una broma de mal gusto? ¿Entonces por qué me duele tanto?

Después, por puro orgullo regresé a entrenar. Aún no puedo creer que hice eso. Bien por la Ilse de 10 años, te quiero.

No quería que mis papás me dejaran de llevar a jugar así que me lo guardé por un buen tiempo, hasta que un día se lo dije a mi mamá. Ella se asustó, quería saber quiénes habían sido para hacer algo al respecto. ¿Cómo era posible que hablaran así de una niña y nadie hiciera nada?

Pero me negué. Yo no quería que les dijera nada, solo me quería desahogar. Además, si ellos se enteraban, me tacharían de chismosa, y de seguir aguantando burlas a quedarme sin jugar fútbol, prefería lo primero. Prefería quedarme callada ante ellos y llorando en privado a que me quitaran lo que más me hacía feliz de niña: el deporte.

Quién diría que la felicidad a los 10 años tendría ese costo.

En secundaria dejé de patear balones y me resigné a sentarme a desayunar con las otras niñas del salón a la hora del receso, como “se supone que debía hacerlo” desde hace un par de años atrás.

Quiero dejar algo claro antes de continuar: si bien este es un episodio triste de mi vida que no creo poder olvidar nunca, ya no me atormenta porque he crecido. Además, la primaria fue una etapa muy bonita de mi vida y no me arrepiento de todo lo que hice. Si bien, esta y otras burlas que recibí por jugar fútbol siendo la única niña me hizo probar otros deportes, las cosas tomaron su lugar. Claro ejemplo es que después conocí el tocho y bueno, eso es otra historia.

En ese momento, solo entendí pocas cosas. Por ejemplo, que por poner atención en clase de ciencias naturales, sabía el significado de la palabra “semen”. Claro que entendía el insulto, pero no entendía la necesidad de decirlo.

A veces fantaseaba en convertirme en una estrella del fútbol soccer profesional, pero no como la primera mujer en lograrlo, sino DISFRAZADA DE HOMBRE.

Honestamente es muy gracioso recordar eso y hoy en día me causa ternura. Pero tiene un trasfondo más triste. ¿Qué tan devaluada o invisibilizada tiene que estar la imagen de la mujer para que una niña de 10 años crea que la única manera de conseguir lo que se propone es fingiendo ser hombre? ¿Qué tanto peso tiene el género para que todos los demás niños de 10 años crean que el deporte no es para mujeres?

Yo no crecí pensando en convertirme en futbolista, crecí pensando que si hubiera nacido niño, habría logrado muchas cosas en el fútbol. Crecí viendo hombres ganando mundiales y reporteras cubriendo sus logros.

Está chido ser reportera. Pero yo quería meter goles.

¿Y saben lo peor? LA NETA SÍ ERA BUENA. Tal vez de delantera no la armaba tan bien como otros. Pero de mediocampista daba buena pelea. Pasaba el balón, lo centraba, al menos estorbaba cuando atacaban. Tuvimos buenas retas en los recreos de la escuela. Pero en los partidos nunca me pasaban el balón.

Mi coraje no era solo porque me insultaran. Era porque no me tomaban en cuenta. Era porque no me veían como lo que soy.

Solo una niña queriendo divertirse jugando fútbol.

Recuerdo el rostro, nombre y apellido de los niños que dijeron eso. No les tengo rencor. Porque crecí y aprendí lo más importante de todo, aprendí a quererme a mi misma. Me tardé un poco más de lo esperado en aplicar el consejo de mi papá, pero sirvió.

Espero que si esos niños que se burlaron de mí, se convierten en padres, le enseñen de deporte a sus hijos, sean niños o niñas, y les eduquen con otra mentalidad.

No los culpo del todo. Fue el maestro de deportes quien decía que el fútbol sólo era para niños. Fue el entrenador quien insistía en “no hacerles caso” cuando se burlaban de mi. Fue mi mamá la que tenía miedo de llevarme a las prácticas porque era la única niña. Fueron las maestras quienes abrieron “otras opciones de actividades” haciendo esa franja de género más grande.


En la primaria fui muy feliz, a pesar de las malas experiencias. Es normal, ninguna infancia es perfecta. Recuerdo con mucho cariño todo lo que viví. También había maestras que destacaban el hecho de que yo fuera tan “guerrillera”, encontraban curioso que jugara siempre con los niños, mas no juzgaban mis gustos. Y más adelante llegué a tener otras compañeritas que también jugaban fútbol. Me pregunto qué historias habrán vivido ellas.

Me alegra ver que ese pensamiento conservador de “las niñas esto, y los niños esto otro”, ha estado disminuyendo poco a poco.

Me alegra ver niñas creciendo admirando a una Blanca Félix, a una Nayeli Rangel, a una Norma Palafox, y no solo a un Oswaldo Sánchez y Chicharito Hernández.

Y me alegra ver que todas las mujeres que ahora juegan profesionalmente no se rindieron como tal vez yo lo hice.

No me arrepiento de nada porque todo esto me ha formado como persona hasta hoy en día. Y lo más seguro es que me enfrente a situaciones todavía más difíciles en un futuro.

La diferencia es que ahora estoy preparada para ellas. Y ni mi género, ni mi apariencia, ni mis gustos, ni mis defectos y ni los niños burlándose de mí, me van a impedir alcanzar lo que me proponga.











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