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"Creen que su opinión es importante sólo porque pueden decirla”



“Ese es el problema de tu generación, creen que su opinión es importante sólo porque pueden decirla”. Y a la Ilse de 17 años, le cayó como piedra en la cabeza.


"¿A qué te refieres con que mi opinión no importa? Si tengo derecho a decirla, que igual y no está basada en nada real, que es solo algo que pensé y dije, porque lo vi en el titular de un post de Facebook, estamos en el siglo XX, ¿cómo que mi opinión no importa?"

Esa frase la escuché en una serie de televisión que veía antes, y me dejó en tanta duda sobre mi misma, sobre los que me rodean, y sobre mi generación, que hoy, años después, me ha traído aquí. Hoy quiero hablar del miedo.

Siempre he sido muy extrovertida y fuerte al defender mi postura, sobre todo cuando alguien más me llevaba la contra y no tenía argumentos suficientes, o cuando lo percibía como alguien inferior a mi. Supongo que la adrenalina del debate causaba algo en mis adentros (su tía la loca).

Lo confieso. He llegado a odiar a la Ilse de la secundaria que solía destacar los defectos de los demás para cubrir sus propias inseguridades. Y el aceptar eso me llevó a una revelación positiva, pero al mismo tiempo, me plantó cierto miedo de algo que creo que TODOS sufrimos de alguna manera.

Hace unos días subí un video a mi canal de YouTube donde, básicamente, parece que tengo personalidad múltiple. Expreso muchos pensamientos sobre la moral y el egoísmo de las personas frente a la situación que vivimos, sin embargo, todo el video es una ironía, pues la mitad fue grabado fuera de mi casa.

Tuve precauciones, no había nadie cerca, y me lavé las manos al salir y entrar a mi hogar. Pero esas son las mismas excusas que todos están poniendo para ir a la tienda, a pistear con amigos, o hacer lo que sea, menos quedarse en casa.

Minutos antes de subir el video, me entró mucho miedo. El miedo. Presionar el botón de “Publicar” de pronto se sintió como presionar el botón de un misil. Toda esa convicción que tenía al estar planeando, grabando y editando el video, de pronto se vió amenazada por la duda existencial, de la que, de hecho, yo misma hago mención en el video: ¿qué van a opinar los demás?

Y llegó a mi el recuerdo de aquella señora rubia que salía en la serie que veía hace años, y esa frase que dijo la cual se me quedó grabada desde entonces, “todos creen que su opinión es importante sólo porque pueden decirla”.

Muchas veces tengo miedo de la crítica negativa y el sentirme atacada por las cosas que digo, por las cosas que pienso, por las que comparto, incluso si no las dije con mala intención. ¿Qué tal si no es tan importante? ¿qué tal si no es tan interesante? ¿cuál es el verdadero sentido de que yo haga y comparta este contenido? y sé que mis cercanos pueden animarme, alentarme a seguir con mi trabajo sin escuchar a terceros, pero, ¿qué tal si tienen razón? ¿qué tal si mi opinión es, como dijo la rubia en la pantalla, solo otro pensamiento en el universo que creo que tiene relevancia solo porque puedo decirlo?

No me gusta atacar, no me gusta pelear, pero a veces mis sentimientos se expresan más rápido que mi análisis, y entro en un constante pensamiento de si lo que hago está bien, mal, si ofenderé a alguien, o si lastimaré a alguien más. Entro en un miedo de volverme la Ilse de la secundaria que hablaba más de lo que escuchaba.

Y creanlo o no, he encontrado una respuesta: un sistema.

Hay cajitas que tengo que checar antes de hablar, grabar, escribir, y compartir algo: Si lo que dije, a) no hizo menos a las personas por cosas que no deciden (como su color de piel, estatus social, gustos, opiniones, religión, etc.), b) está basado en datos o información verídica, y c) es algo que yo realmente creo, no debo de tener miedo a opiniones contrarias.

Yo sé, hay cosas que a muchos les gusta y a otros no. Hay cosas que son malas si las calificamos basándonos en ciertos criterios de calidad, pero a fin de cuentas, el gusto se divide en géneros, y ahí sí no tengo mucho qué decir.

 Aprovecho para decir que ante la situación del virus, no existe tal cosa como “yo opino que está bien/mal salir/quedarse en casa”. Aquí no hay lugar para opiniones, o tienes empatía e inteligencia suficiente para tomar las medidas de seguridad necesarias, o no las tienes. Sigamos.

Si cumplo con estos 3 rubros básicos, no debo de tener miedo. Claro, habrá gente a la que no le gustará, pero eso es normal. Habrá gente que posiblemente me va a atacar, pero los debo de ignorar.

Porque, a fin de cuentas, digo lo que pienso y lo que siento no sólo porque creo que “tengo derecho a hacerlo”, sino porque me llena. Me encanta conocer, formular críticas, opiniones, y compartir lo que tengo dentro, lo que mi mente crea, sean sentimientos o pensamientos, porque si no lo hago no vivo.

Las redes sociales y las plataformas de internet nos han regalado aquello con lo que antes la gente solo soñaba: atención. Atención en masas.

Pero con ella vino su compañera fiel: la presión.

“¿Les gustará a los demás? ¿Les gustará mi forma de ser, mi cuerpo, lo que reflejo de mi personalidad?”

Y es bien fácil ponerlo en contexto con la situación actual: yo creo que la mayoría de gente no cumple el “Quédate en Casa” pero lo comparte exhaustivamente para quedar bien ante sus seguidores, y quienes comparten que no se están quedando en casa, lo hacen para quedar como “los diferentes”, criticando la falsa bandera de intelectuales que muchos cargan.

A veces debato entre si eso es el reflejo de la moral de cada quien como individuo, o de su ignorancia.

Y a veces debato si el pensar mucho sobre la opinión de los demás es falta de autoestima y necesidad de aprobación.

Quiero pensar que lo segundo es parte de nuestra naturaleza, pues el ser humano tiene entre sus necesidades, el sentido de pertenencia, de saber que no está solo, que es parte de algo. Pero veo que esta necesidad se ha acrecentado con el paso de los años y en gran parte, gracias a la llegada de las redes sociales y la facilidad de tener atención que ésto nos regaló.

Pero partiendo de este principio de la naturaleza, ¿acaso no es genial? Tener una herramienta que te enseñe el mundo y al mismo tiempo compartir tu ser a través de él.

Por eso a veces me enoja ver tanto contenido catalogado como “basura” en internet. Lo que antes era una plataforma para abrirnos, descubrirnos, y conocer a otros y a nosotros mismos, se ha convertido en un lugar de imagen, números, dinero, y sobre todo, prejuicios.

No estoy haciéndome un lugar en el internet para salir en una revista, en un chisme, o para ser alabada por atributos físicos. Lo hago porque me llena conocer, compartir y crecer, porque repetiré siempre que el mundo está hecho de historias y yo soy fan de contarlas.

Publiqué mi video. Porque no solo debo ser fiel a mis convicciones, sino también a mí persona. Porque, al fin y al cabo, esa Ilse de secundaria no solo tenía defectos, también tenía muchísimas cualidades. Una parte de ella aún vive en mí, y no la puedo abandonar solo por el miedo al qué dirán.

Creo que el criterio básico siempre será el “si no sabes, no opines”. Y suena rudo, pero es real. Todos podemos opinar, pero ¿de qué sirve externar algo de lo que no estás seguro y no ayudará en nada, a nadie?



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