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El día que desperté en el paraíso



He perdido la cuenta de los días que he despertado siguiendo la misma rutina debido a la cuarentena e, inevitablemente, me he puesto a recordar tantas cosas cuando había libertad de movimiento, sobre todo, en la vez que desperté en el paraíso.


Planear un viaje a la playa suena cada día más lejano. Pero lo que siempre ha estado fuera de mi alcance y de mi familia es una playa costosa. Suena tan sin sentido, pero no es lo mismo asolearte en Tecomán a hacerlo en Hawaii.

Y esto pensé hace casi un año, en el verano del 2019, cuando estaba de vacaciones con mi familia. Recuerdo abrir los ojos y ver por la ventana una palmera y un cielo azul claro. Tomé un respiro hondo y al liberar el aire comencé a sentir dolor en todo el cuerpo. Mi piel estaba irritada del sol de el día anterior y los músculos adoloridos de estar en el mar.

Me hubiera gustado decir que estaba despertando en el paraíso pero no estaba en otro continente, ni en otro país, mucho menos en otro estado. No estaba ni en Miami ni en Cancún. Estaba a una hora y media de casa en un departamento con 9 familiares más al pie de la playa que he visitado toda la vida.

La integrante más joven era mi prima hiperactiva de 11 años que parecía alimentarse de la energía del sol, y la integrante más grande era mi abuelita con demencia de 80 años que hacía más ruido que un Chihuahua defendiéndose de un ataque. Así que las mañanas no eran muy tranquilas que digamos, o al menos no a como estoy acostumbrada.   

Recuerdo sentir mucho calor y un enfado, un malestar general. Pero no estaba enferma. Supongo que solo amanecí de malas y sin ganas de nada.

Al llegar a la cocina, vi que no había desayuno como tal, mas que galletas y pan, lo cual no se me antojaba ni me venía bien porque les confieso que estaba estreñida (ni se asusten ni se asqueen, es algo normal que les puede pasar si se pasan la cuarentena sentados). Pero mis ojos brillaron cuando vi que mi mamá había preparado café, y que había atún en el refrigerador. 

Y después de recuperar el movimiento y la energía me puse traje de baño y mi tía me prestó una tabla para hacer bodyboard y aunque no tenía idea de como hacerlo, bajé a la playa para intentarlo.

Llego a la orilla, el sol brillaba, y la arena se sentía suave bajo mis pies. Y mis primas y yo nos lanzamos al mar para intentar una y otra vez montar una ola y aunque nos caímos más veces de las que lo logramos, el simple hecho de sentir el agua salada era satisfacción suficiente. Y tenerlas a ellas cerca me hizo pensar en lo mucho que las quiero.

Y nos volvimos a broncear y mi piel seguía ardiendo del día anterior pero eso no me importó y me volví a requemar. Y volví a comer atún acompañada de mi familia, y me puse a planear sobre todo lo que quiero grabar y escribir.

Volví al sentir el mar y el sol en todo mi cuerpo y cuando llegó el atardecer me senté al lado de mi abuela para platicar con ella, y contamos los colores en el cielo, y me dolió saber que está enferma y no puedo hacer nada para evitar que pierda la memoria. Ojalá recuerde, no el momento, sino el sentimiento, de ver el cielo y escuchar el mar.

Y me expresó que me quiere y yo a ella. Y le pedí permiso a mi mamá de ir a una fiesta, y la vi enojarse y decirme que no. Y aunque me sentí mal, pensé en que la tengo conmigo. Tengo a mi mamá. Y ese es un privilegio que no muchos gozan.

Y subimos al departamento a cenar y bailar y cantar y contar experiencias que me daban tanta risa que apenas y podía respirar. Y cayó la noche y con ella una conversación con mi prima de 13 años. Y me alegré tanto de conocer su forma de ver el mundo.

Y salgo a la sala y veo a mis tías y a mi mamá feliz y sonriendo. Y por el ventanal entraba la luz de la luna y el sonido del mar. Y pensé en el verdadero significado de las cosas. Y en el verdadero valor de la vida. Y en lo afortunada que soy de tener a mi familia.

Y cuando me acuesto para dormir veo por la ventana la misma palmera y el cielo oscuro.

Y a fin de cuentas, creo que ese día sí desperté en el paraíso. E incluso con esta cuarentena, de cierta manera lo sigo haciendo.

No sé, espero en un futuro, pueda llevar mi paraíso a cualquier lugar en el que esté.



Espero estés bien y te cuides. Te quiero mucho.





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