Ir al contenido principal

El arte de silenciar personas



Conocí a cierta persona hace un tiempo ya. Simpática, alegre, un poco sabelotodo pero agradable. A pesar de que me cae bien y podemos entablar una buena plática, hoy en día ya no le soporto.

Bueno, no tanto así, pero déjame explicarte: no es que sienta una aberración hacia su persona, pero sí me molesta lo que comparte, además, no es la única.

Una de mis actividades no favoritas pero sí cotidianas en estos días de aislamiento social ha sido silenciar y dejar de seguir personas en redes sociales. La cuenta de esta persona está entre ellas. Lo interesante es, que todos los usuarios acompañantes en la lista, los considero mis amigos. 

Más allá de sentir culpa, rabia o remordimiento, comencé a preguntarme el porqué de mis acciones: igual es algo solo del momento, todos estamos ansiosos o tensos. Pero reflexioné sobre ello y terminé dándome cuenta de muchas cosas en general.

Si a mi algo no me gusta son las mentiras y la hipocresía de las personas, que esto último no solo se refleja en nuestra actitud con terceros, sino con lo que profesamos. Y créanme que la mayoría de las personas que conozco que usan como slogan “solo buenas vibras” son las primeras que atacan, critican, insultan o hacen menos a otros cuando los puntos de vista difieren.

En general, pueden definirse como mamones.

O el clásico ejercicio de compartir casi de manera excesiva en redes sociales cuánto se aman a sí mismos y lo mucho que se cuidan, para luego terminar enrollados en algún chisme o pelea local de algo que dijo alguien que le contó a alguien más.

Claro, hay una increíble diferencia entre expresar una opinión y querer imponer tu manera de pensar denigrando a otros y con actitudes o palabras violentas. Y hoy en día, veo que en mi generación estamos muy acostumbrados a usar lo segundo.

(Amigable recordatorio que ser sangrones y “decir lo que piensan sin filtros” no es una personalidad, es usualmente una grosería.)

Me es increíble que sigamos solapando las malas actitudes de nuestros cercanos solo porque son nuestros cercanos y “así son”.

Me he detenido a pensar, “¿por qué sigo a este tipo de personas?” y caigo en conclusiones tan simplonas que me orillan a pensar que estoy exagerando, pero la realidad es otra: si no fuera porque fuimos juntos en la primaria, si no fuera porque te conocí en una fiesta y platiqué contigo 2 minutos, si no fuera porque eres amigo de mi amigo de mi amigo, no te seguiría en redes sociales.

Incluso, personas con las que he compartido experiencias inolvidables en un mismo ambiente durante un tiempo considerable, fuera de ese contexto, no me aportan nada bueno. No tenemos nada en común. Y no creo que esté mal.

La respuesta siempre ha sido sencilla. La acción por otro lado, es más complicada. Pero una vez hecha, ni lo notas.

Estaba muy cansada de la incongruencia de las personas al decir “vive y deja vivir” y luego citar un tweet menospreciando a alguien que tiene una opinión diferente a la suya, porque es fácil. Es fácil juzgar y emitir opiniones detrás de la pantalla. De hecho, es justo lo que estoy haciendo ahorita.

Si una opinión está bien emitida, nadie tiene porqué molestarse. Si una opinión está llena de violencia y/o ignorancia, ¿cuál es el sentido de contestar? ¿Qué objetivo tiene gastar tu tiempo en contestar, de igual manera, con odio? ¿No consideran extraño el afán de querernos sentir superiores y la manera en que todos lo manifestamos mediante distintas acciones?

Una de las cosas que más amo es tomar café en las mañanas. Si alguien dice que no le gusta el café, es mi responsabilidad respetarlo. Si alguien dice que el café es asqueroso y preferiría tomar agua negra fermentada de Texcoco, ahí no puedo hacer nada, por mi salud y tranquilidad no debería hacer nada.

No silencio a mis amigos en un acto de odio, sino todo lo contrario: les tengo un cariño a quienes son y prefiero quedarme con buenos recuerdos de ellos a llevar nuestra relación hasta un punto de rencor escondido e incomodidad.

No los voy a “cancelar” si no hicieron nada que me dañara directa o profundamente, pero si constantemente realizan acciones que van en contra de mi moral, mis creencias o ideales, sería como estarme obligandome a mi misma a ver algo que no quiero, excusando y disculpando sus acciones de manera inconsciente. 

Es de suma importancia que aprendamos a consumir con conciencia en todos los aspectos, incluso si esto significa alejarnos de personas que llegamos a considerar importantes.

Lo importante no es menospreciar, es conectar con quienes valen la pena y, aunque suene cruel, ignorar a todas aquellas personas que a pesar de que antes las considerábamos nuestros amigos o confidentes, hoy en día no aportan nada a nuestras vidas.

No es que no te aprecie, no es que me caigas mal, no es que no quiera volver a saber de ti. Si solo compartes cosas que hasta me molestan, ¿qué sentido tiene? Prefiero quedarme con lo bueno. Ya si cometes un crimen o matas a alguien pues igual y sí no quiero nada que ver contigo.


Y también hablo por mi. Yo sé que hay quienes no soportan verme compartir escritos un tanto serios y luego tener 5 historias mías en Instagram con un filtro que me pone cara de rata. Yo sé, que hay quienes les gusta las fotos que tomo pero consideran mis historias benfadosas. Yo sé que así como yo tengo derecho de escoger qué quiero ver y qué no, tú también puedes hacerlo. Nadie te detiene de darme unfollow.


No es la red social, es el uso que le das: lo que compartimos y lo que decidimos ver.


En cuanto a la persona de la que hablé al inicio de este escrito, espero le vaya bien. Espero no le de coronavirus, y espero vernos en alguna fiesta cuando todo esto pase. Platicaremos un rato, nos vamos a reír, y al final, las dos dormiremos tranquilas por no saber sobre aquello que no sabemos, si es que tiene sentido.



Vista desde mi azotea. Marzo, 2020.

Comentarios