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Extrañar

    Si lo analizamos, suena un poco absurdo el hecho de que el sencillo pensamiento de alguien nos paraliza por un microsegundo, para después, dejarnos continuar nuestro día con un agudo dolor interno, que luego de un rato, si tienes suerte, se despide con la promesa de volver. 

Extrañar para mi es uno de los sentimientos más puros que existe porque cuando es real, cuando no refleja dependencia ni obsesión, es el reflejo de aceptar cuánto quieres a alguien a pesar de que no lo necesitas, aunque suene egoísta, y aún sabiendo que no necesitas a nadie para respirar, duele. Duele extrañar. Y es por esto mismo que lo encuentro tan interesante. Porque lleva consigo la incertidumbre del mañana, el temeroso quizá, y lo atormentador que es para los humanos el no poder controlar todo lo que nos rodea.

Yo no solía extrañar a mis amigos de prepa en las vacaciones de verano, ni extrañé a los de la primaria, y honestamente ya me olvidé de la mitad de mis compañeros de la secundaria. Siempre he sido un tanto desapegada con tintes de individualismo. Pero aún con mis intentos de objetividad, cuando extraño de verdad, me duele.

No creo en medias naranjas ni en almas gemelas. Creo en personas completas capaces de ser honestas y decir, “no te necesito, pero te quiero , y eso vale mucho más”.

Nadie está para llenar mis vacíos emocionales ni darme lo que otros no me brindaron. No estoy para llenar caprichos ni callar gritos de amor desesperado.

Uno simplemente decide acompañar a otra persona y eso es más que suficiente.

Para mi el aceptar que extrañaba a alguien era como confesar que había otorgado una parte de mi de manera permanente, una parte de mi que se conservaría para siempre y bien en un futuro, sucedería una de dos cosas: a consecuencia del tiempo yo ya no lo reconocería, o estaría condenada a siempre echarla de menos.

Y aún aceptando esta tendencia de soledad que a veces aplico para autosabotearme, hoy estoy aquí sentada con la mirada perdida, pensando en todas las partes que hoy compartimos y recordamos, pensando en qué ocuparme mientras llega el día de reencontrarnos, convenciéndome de que tengo que hacer del tiempo mi mejor amigo para no lamentarme de todos los momentos que quisiera compartir contigo pero no puedo, de todo lo que nos perdemos, de lo mucho que nos queremos, y de lo mucho que nos extrañamos.

Hoy estoy aquí intentando abrazar la realidad de que solo me queda esperar. Repitiendome con voz madura que, no te necesito.

Pero te quiero. Y eso vale mucho más.




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