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Mis sueños no me dejan dormir

Los días pasan por encima de mi y se siente como si los pudiera ver sentada desde el mismo marzo 16.

Aún así las cosas han cambiado. Me corté el cabello, adopté un perro, y como si fuera en cuestión de un parpadeo, te fuiste a miles de kilómetros de mi, llevándote contigo un pedazo de mi felicidad.

Lo bueno que ésta, está dividida en pequeños pedazos irregulares que me hacen sonreír (como saber que tarde o temprano volverás a mi), pero a veces desearía que fueran todo lo contrario.

A veces desearía que mi felicidad fueran galones iguales fácilmente rellenables con la risa de mi mamá, las pláticas con mi hermano, y los paseos mañaneros con mi perro.

Sin embargo, tengo el anhelo de ver a mi papá de nuevo, de viajar a la isla más lejana de casa y tomar una foto que nunca imaginé, de leer historias con la admiración de palabras que tienen la magia de viajar en el tiempo, de eventualmente poder hacer lo mismo, de regresarle al menos la mitad a mis padres de todo lo que me han dado, de envejecer con mi perro, y plantarte otro beso más en todo el recorrido.

A veces, simplemente quisiera anhelos más chiquitos.

Hay noches que me muero de sueño porque son los mismos sueños que veo con ojos abiertos los que no me dejan dormir.

Y no culpo a la gente con aspiraciones distintas a las mías porque el conformismo es tan relativo como el éxito y yo soy nadie para juzgarlo. Es solo que ahora comprendo la alegría detrás de la ingenuidad y a veces la extraño. A veces la envidio.


Los días pasan por encima de mi como auroras boreales trayendo cada cierto tiempo un nuevo color que no promete nada distinto al anterior. Pero yo sí he cambiado. Y aunque todo se siente más lento, uno de los cientos de pedazos irregulares que me dan felicidad, me indica que el agua del río sigue fluyendo, y me sonríe al comprobarme que ningún humano se baña en el mismo río dos veces.

Por esto he aprendido a darle un peso más equitativo a mis pedazos de felicidad, y que habrá quien me los pueda arrebatar y no podré hacer nada al respecto.

He aprendido a ver mi felicidad como el jardín que riego diariamente. Y al tener plantas tan diferentes, es normal que algunas tarden en florecer.




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