Ir al contenido principal

Lo he perdido

     He perdido la habilidad para escribir.

    He pasado 3 años escribiendo en mi diario todos los días de mi vida, como un ejercicio para fortalecer mi desarrollo de palabras e ideas, y al mismo tiempo, para crear un álbum de memorias donde pueda escoger una fecha aleatoria, e ir al pasado entre páginas para descubrir qué estaba sintiendo. 

    Sin embargo, he dejado de hacerlo. Me consumía tanto tiempo de mi día que ya no podía concentrarme en otros proyectos, en otros escritos, todo porque me retrasaba en mi pequeña diaria autobiografía.

    Me enfoqué en mi poemario, en mis trabajos, en mi hogar. Y ahora, que he abierto blogspot para escribir sobre el libro que acabo de terminar de leer, no me he logrado nada. Ni si quiera me ha salido una conclusión al tema que inicié.

    Lo perdí. He perdido la habilidad de sentir con palabras. Y es muy raro porque, cuando mi hobbie favorito era la fotografía, cada que salía a la calle solo veía fotos, y cuando mi hobbie por la escritura se convirtió en mi adicción, todo lo que sentía lo veía escrito en papel.

    Pero ahora no es la falta de tinta, es la falta de sentir.

    Me siento triste y frustrada. ¿A dónde se me fue? ¿en qué tik tok se me quedó? ¿en cual de mis 9 diarios se quedó atrapada la Ilse que constantemente creaba, y salió la que solo aprendía a consumir? y encima de todo, ¿por qué se consume a sí misma?

     Yo sé que nada es fatal ni permanente. Pero creo que eres lo que haces cada día. Y cada día consumo más mientras creo menos.

    He pasado todo este mes tan encasillada en los detalles de mi poemario que ahora, en mis tiempos libres, me dedico a decir que no tengo tiempo mientras me acuesto a ver mi celular.

    Es increíble que, después de casi 3 años de no compartir nada en este blog, he tenido esta enorme necesidad de comunicar algo, pero no sé cómo decirlo, no sé si hay algo qué decir.

       Igual y es eso. Igual y necesito callarme un rato a la par que callo a los demás, y con demás me refiero a todo este ruido en el que yo misma me envuelvo.

    Hubo un día en que toda mi cabeza se sentía como una telaraña sobre otra telaraña. No podía escuchar música porque me sentía harta, ¿de dónde viene todo este cansancio? ¿por qué todo es tan abrumador y aburrido?

    No fue hasta que me quité los audífonos que me di cuenta de lo callado que es el mundo. Y qué bien se siente. No fue hasta que caminé sin ellos que noté que la construcción al lado del parque no es tan ruidosa como parece, es solo que mi música es tan alta que nunca noté que los pájaros también cantan en invierno.

    Hay tanto ruido todo el tiempo. Y qué será de este escrito, una pieza más de contenido en este basto y contaminado universo de entretenimiento. No sé, pero al menos quiero que valga la pena. Quiero volver a trabajar por aquellas pequeñas cosas que te hacen pausar por al menos 5 minutos para escuchar el silencio de los carros, el silencio de la gente, el silencio de la construcción vecina.

    Hay tanto silencio que nuestros audífonos no nos dejan escuchar. 


 

Comentarios