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La novela que viví en secundaria



Oh, la secundaria. Lugar de los juramentos eternos de amistad más cortos que existen, niños que se siguen comportando como de primaria, niñas que se sienten lo suficientemente maduras para sostener una relación seria, salones llenos de una mezcla de olores entre sudor de puberto y desodorante Axe de chocolate que emana de los cuerpecillos de tus compañeros después de la hora de educación física.

Todos creen que su vida es una novela llena de tragedia, amor y traición en la secundaria. 

Oh, la secundaria.

Odiaba la secundaria. 

Pero odiaba más saber que mi mejor amiga estaba enferma y yo no podía hacer nada al respecto. 


Entiendo que ese fue un inicio dramático, pero no malinterpreten. Esta es una historia un tanto graciosa pero más que nada interesante, y sé que sonaré como la típica niña que se siente única y diferente (aunque realmente solo es su proceso de cambio de la niñez a la adolescencia) pero iniciaré diciendo que yo neta sentía que no encajaba bien en ningún lugar. 

Ya no jugaba en el receso con los niños como en la primaria por ese pequeño trauma de la infancia y esa falsa idea de que debía de comportarme de manera más madura platicando con las demás niñas. Tenía muchas amigas y compañeras que me agradaban, pero siempre hablaban de temas que no me interesaban, o de gente que no conocía, yo hacía alguno que otro comentario gracioso y se reían, aunque sentía que no era como que hiciera mucha falta.

Ya ven, única y diferente. 

Aún así, no tenía problemas con nadie y tuve muy buenas amistades, pero una en especial que sobresalió por las demás, me hizo pasar una montaña rusa de emociones, alegrías, tristezas, y confusiones.

Obviamente no revelaré el nombre la niña que se convirtió en mi mejor amiga, mi hermana, mi cómplice, mi alma gemela de aquél entonces, pues porque todavía existe, y aunque ya no nos hablamos, no la quiero molestar, ni darle mala fama. A fin de cuentas, le tuve y le tengo mucho cariño, y el objetivo de esta historia no es difamar a nadie, en realidad tiene un transfondo que yo no descubrí hasta el día de hoy.

Así que me referiré a ella como Maribel Guardia.

Quiero añadir que, esto en secundaria fue mi novela, pero hoy en día, dándole perspectiva, al acordarme me da risa y algo de nostalgia. Quien quita y también me dejó trust issues, pero estuvo padre la cosa. Así que, empezamos. 

Maribel Guardia y yo nos conocimos en la escuela, aunque realmente la primera vez que notamos nuestras existencias fue por Facebook, porque yo, como toda una niña inteligente y madura tenía TODA MI INFORMACIÓN visible para todo público, y al tener mi perfil actualizado con mi reciente inscripción a la misma secundaria que ella, pues me agregó y la acepté. 

Comenzamos a chatear, después a juntarnos en la escuela, y más adelante a pasar las tardes en su casa o en la mía. Nuestra relación poco a poco se fortaleció por nuestros gustos en común, nos identificábamos la una con la otra en muchos aspectos y platicar de lo que sea era siempre entretenido. Yo creo que, lo único que nos separaba de no conectar más, era que íbamos en distintos salones y ella tenía novio. 

Típica relación de separarse, regresar, provocarse celos, odiarse, amarse y nomas no dejarse. 

Y TÍPICA MEJOR AMIGA (o sea yo) DESVIVIÉNDOSE por hacer entender a la otra que la vida vale la pena ser vivida estando soltera, y no hay necesidad de pasar tanto mal de amores estando tan morra. Años después entendí que, pues, no es mi pedo, básicamente, y el peor ciego es quien puede ver pero no quiere.

Total. Mejores amigas, novio "tóxico", y toda una vida por vivir. O al menos eso creía. Agárrense, aquí se pone interesante.

No recuerdo el día que Maribel Guardia me dijo que estaba enferma. Creo que fue gradual. Primero me confesó que algo andaba mal con su cuerpo desde que ella era pequeña, por lo que tomaba medicinas e iba de manera frecuente a hospitales. Después, no le quedó más remedio que decirme la verdad.

(Ok, para no afectar u ofender a las personas que sí sufren de esto, no quiero revelar lo que me dijo que padecía así que le vamos a cambiar el nombre por algo menos ofensivo: voz de pito de calabaza. Si no entienden la expresión, pregúntenle a sus abuelos o papás).

Maribel Guardia me confesó que tenía voz de pito de calabaza.

Realmente me quedé anonadada porque nunca había escuchado que algún cercano tuviera una enfermedad así. Lo ves en películas tristes y en noticias, pero no lo había vivido de tan cerca. No sabía cómo actuar ante esa situación mas que con apoyo moral y ofreciéndome para lo que fuera que necesitara.

Recuerdo bien que dijo que ningún maestro o directivo de la escuela sabía lo que ella padecía, pues sus padres y ella querían que viviera una vida normal, que no se le viera con lástima o pena. Así que yo, no solo vivía en una preocupación constante, sino también en soledad.

Había días feos donde la veía correr por los pasillos hacia el baño para vomitar de lo mal que se sentía. Una vez, me dijo que se desmayó en clase. Yo me sentía impotente al ver todo lo que le sucedía y no poder hacer nada mas que ofrecerle un hombro dónde llorar y desahogarse. Había fines de semana que pasaba en el hospital y casi no podíamos comunicarnos. Una vez, pasó todo un receso contándome de cómo un amigo cercano suyo, quien estaba enfermo de lo mismo, acababa de fallecer. A veces la veía los Lunes a primera hora muy cansada a causa de los medicamentos. Su tez pálida y sus moretes me hacían preocuparme cada día pensando en que algo grave podría sucederle en cualquier momento.

Solo quería abrazarla y decirle que todo iba a estar bien.

Pasó el tiempo y aparentemente se fue recuperando. El día que ella me afirmó que estaba libre de tener voz de pito de calabaza, la felicidad no cabía en mi, sentí que la había librado y realmente dormí más tranquila. Hasta que descubrí que todo fue mentira.

Después de vacaciones de verano, un día antes de entrar a clases, dijo que tenía algo qué decirme. Sentí un nervio enorme, pensé que sería algo con su novio, pero me confesó algo mucho peor, tuvo una recaída fuerte, y a pesar de los esfuerzos aún no era libre de su enfermedad.

Leí ese mensaje una y otra vez mientras las lágrimas, que caían sin parar de mis ojos, manchaban la pantalla de mi celular, pensando solamente en que podría perder a mi mejor amiga, que había regresado a la pesadilla. Maribel Guardia me lo había ocultado por unas semanas ya, argumentando que no me lo decía porque no me quería preocupar.

No sabía cómo sentirme al respecto, pero puedo decir con certeza que fue la primera vez que me rompieron el corazón. ¿Ella no confiaba en mi lo suficiente o acaso yo estaba siendo una mala amiga al juzgar su falta de honestidad? Al fin y al cabo, es ella quien sufre de tener voz de pito de calabaza, no yo. 

Maribel Guardia me pidió perdón por ocultarme las cosas y yo, con el cariño que le tenía, no la culpaba, claramente la perdoné. No era como que podía desahogarme con nadie para contarle todo así, de la nada. Respetaba esa privacidad, y siempre regresaba a lo mismo: quien realmente sufría era ella, no yo.

Algo vino a perturbar la calma de manera rotunda cuando, una de nuestras amigas cercanas en común (que se supone no sabía nada) a la cuál llamaremos Ninel Conde, me dijo que necesitaba hablar conmigo sobre Maribel Guardia.

Intenté controlar mis nervios al tiempo que me separaba de la multitud en el receso. Mantenía una posición calmada recordando que todo era confidencial, y mi lealtad estaba siempre del lado de Maribel. Pero de pronto, la sangre de mi cuerpo se quedó fría cuando Ninel Conde me dijo "Ella está enferma. Pero no de lo que crees".

(¿Recuerdas que hace 6 párrafos dije que todo era mentira?)

Entré en una confusión enorme. Tenía 2 años conociendo a Maribel Guardia, viviendo experiencias inimaginables con ella, confiándonos secretos mutuamente, siempre manteniendo un perfil bajo en cuanto a su condición, ¿y de pronto llega Ninel Conde a decirme que ella realmente no tiene voz de pito de calabaza? Es cierto que, al entrar al baño se encerraba y la escuchaba toser, pero no vomitar. Es cierto que, ella decía ir a hospitales, pero nunca supe a cuáles, y por la condición que decía tener, se veía sana en lo que cabe.

Ninel Conde me llevó con la directora de la escuela. La cosa se ponía cada vez más seria. Me senté en la dirección, serena por fuera, con un remolino de emociones y recuerdos por dentro, con dudas sobre qué decir y qué no, sobre qué era real, y qué estaba siendo plantado en mi imagincación.

La máxima autoridad escolar se me acerca con brazos cruzados. Yo a ella siempre le tuve algo de miedo, pero cuando se sentó a mi lado, me miró de manera condesendiente, y me pidió algo muy importante. 

"Sé que eres muy amiga de Maribel Guardia. Necesito que me des su autógrafo"

Jaja, perdón, no pude evitarlo.

Para no hacerles el cuento más largo, mi directora me pidió cuidar a Maribel Guardia porque ella sí estaba enferma, pero no de voz de pito de calabaza. Ella tenía un desorden alimenticio, o al menos, los inicios de uno.

Su madre fue ese día a la escuela a comunicarlo.

No vale la pena decirles el coraje que sentí en ese entonces porque yo tenía 13, 14 años y era egoísta. Claro, me sentía traicionada, que me habían visto la cara, que me habían manipulado. Pero siendo tan joven, no lo afronté de buena manera. No sabía cómo.

Meses después no soporté la presión y la confronté. Hubo una discusión intensa, llanto y enojo. Pero no quería perder su amistad. En ella había encontrado un lugar a salvo de todas las cosas que en ese entonces para mi eran catastróficas pero en realidad eran insignificantes, y creo que de cierta manera, ella encontró lo mismo en mi.  

Lo que nunca pude ver con claridad es que, ella no hizo nada de eso por gusto, o para vernos la cara de ingenuas. 

Al madurar, me di cuenta que Maribel Guardia tenía un problema serio, y no puedo juzgar ni una sola de sus acciones. Algo había en ella, en su vida, en su mente, en su forma de ser, que la impulsó a decir todas esas cosas. Y yo solo pensaba en mi.

No odiaba la secundaria, odiaba ese proceso de moldear tu personalidad, tus gustos y la manera de afrontar problemas, odiaba estar creciendo, porque todos estamos bien amorfos tanto por dentro como por fuera en esa etapa de nuestras vidas.

Veo ahora que, todos tenemos problemas a todas las edades. Y a todos se les debe de prestar atención. Todos creemos que nuestra vida es una novela en la secundaria, y en la mayor parte de los casos, no es así. Pero cuando estás en secundaria, no lo notas. Y juzgar a los niños de esa edad restándoles importancia a lo que creen y opinan, es olvidar que nosotros pasamos por lo mismo.

Si pudiera decirle algo a la Ilse de la secundaria, sería que se relaje un chingo, pero en el buen sentido. Le diría que tiene el derecho de sentirse triste, feliz y enojada. Tu vida no es una novela en la secundaria, pero no te sientas mal por vivirla así. Al fin y al cabo, vas a crecer, los problemas no se van a acabar y el tiempo va a seguir transcurriendo.

Pero todo, absolutamente todo, habrá valido la pena.




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