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Mostrando las entradas de junio, 2020

¿Te gusta tu cara?

               Creo que ya hacía muchísimo tiempo que mi hermano no me hacía una pregunta me dejara sin respuesta.                   -¿Qué es lo que más te gusta de tu cara? Abría la boca pero no salían palabras. Fruncía el ceño como buscando una respuesta a lo lejos pero no aparecía nada. Llegaron las risas nerviosas mientras mi mente repasaba uno a uno los componentes que conforman mi rostro y les encontraba defectos de alguna u otra manera: mi nariz es grande, mis ojos son pequeños y carecen de pestañas largas, mi sonrisa es más bien desperfecta, mis labios son comunes y mis cejas son más bien pelos delgados separados entre sí.  Resonó para mis adentros el verso de una canción de Mecano: “un ojo aquí, un diente allá”. De pronto, ya no estaba aquí. Inicié pensando en mi, y terminé pensando en el mundo: en cómo las modas aplican también para la belleza y en ninguna de ellas he encajado a pesar de que cambian, la misma imagen de algo nos aburre y decidimos que deja de ser bella, pensé

El amor no es de posesión

El otro día, adopté un pájaro. Mis padres nunca han sido de mascotas que midan más de 20 centímetros cúbicos de volumen, por esto siempre he tenido peces y tortugas. Una vez tuve un gato que no duró mucho, y siempre tuve deseos de un perro. Hasta la fecha no se me ha cumplido. Pero el otro día, mientras leía en mi jardín (jaja qué mamona), aterrizó un pájaro rojizo en el tronco de una planta, y después de examinar el terreno en busca de amenazas, empezó a caminar, o más bien, dar brinquitos por el pasto lentamente. Yo lo observé atenta, observé su piquito, su plumaje, cómo acercaba su cabeza hacia el suelo para escuchar a los insectos que se iba a comer; era hipnotizante. Y me gustó tanto que decidí adoptarlo.  Le puse Filip y viene en la mañana, a medio día, y poco antes de que se meta el sol. Se alimenta de insectos y cositas que caen de mis plantas. Está padre porque se pasea solo, no necesita correa, y no necesita que le de la comida en un plato, solo me encargo de que mi jardín le

Hacer historia

"Un arcoiris siempre da esperanza"

Me encontré una carta afuera de mi casa. Era una sencilla hoja de libreta de rayas que contenía un mensaje escrito con pluma roja, cuyo destinatario era nada más y nada menos que yo. “Querido Vecino”, inicia. “Mi nombre María Rodríguez”, seguido de su número de teléfono y la dirección de su casa. Compartir datos personales así solo me indicaba que esta señora no le tiene miedo a nada. No censuro su nombre porque no dudo que en mi colonia haya, al menos, unas 15 María Rodríguez. Continué leyendo, esperando una posible queja referente tal vez, a que a la hora de la comida en mi casa hay mucho ruido porque mi abuela, además de demencia, sufre de sordera, y cuando su aparato del oído no sirve, tenemos que hablar muy fuerte. Pero no, el propósito era completamente distinto.  “Espero pueda leer esta carta. Con mucho entusiasmo estoy realizando para usted que es mi prójimo por eso es de gran inportancia compartir este texto. Mateo capítulo 6 - versículo 7 Cuando ores no repitas lo mismo una y